Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado. Ayer, frente a la fábrica McCormik, se fusiló a los obreros. ¡Su sangre pide venganza!
¿Quién podrá dudar ya que los chacales que nos gobiernan están ávidos de sangre trabajadora? Pero los trabajadores no son un rebaño de carneros. ¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! Es preferible la muerte que la miseria.
Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo.
Es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas!.
Ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y a sus padres fusilados, en tanto que en los palacios de los ricos se llenaban vasos de vino costosos y se bebía a la salud de los bandidos del orden...
¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís!
¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!.
Fischer
Años han pasado, muertos hemos puesto, y nuestra clase sigue pidiendo venganza. Las condiciones de millones de trabajadores en todo el mundo siguen siendo igual de precarias a más de 100 años de lucha proletaria. Y aunque el capitalismo continúa desmoronándose en Europa y Estados Unidos, demostrando que si nuestra clase no lo destruye caerá por su propio peso, en los países latinoamericanos se nos presenta como el modelo a seguir, como la meta a alcanzar.
El regreso de miles de compatriotas emigrantes a partir del 2008 a nuestro país, es prueba palpable de que el sueño americano o europeo se puede convertir en pesadilla, que sus economías son igual de frágiles a las de sus colonias. Que al igual que nuestros países, guardando las proporciones, la desigualdad y la miseria es la que alimenta su lujo.
España, Irlanda, Portugal y Grecia se encuentran en la peor situación económica en años. La falta de empleo renueva el fascismo y racismo en varios estados norteamericanos, y el petróleo y otros comoditis se convierten en la única inversión segura. El panorama que parecía aclararse por el rescate financiero del 2009 y 2010, se oscurece de nuevo.
¿Cuál es el papel de nuestra clase en este proceso? Ser conscientes de la contradicción que subyace entre nuestra calidad de vida y las soluciones a la crisis, la unidad en términos amplios, la propaganda de nuestras ideas y utopías, la movilización y la consolidación del Poder Popular. El cual, debe poco a poco a entrar en confrontación con el Poder Estatal.
La propuesta del Congreso de los Pueblos y de la Marcha Patriótica en nuestro país, van en la dirección correcta. No es el momento de apostarle simplemente a la movilización, sino también a la unidad, a la renovación de nuestras lecturas políticas y a la inclusión de nuevos elementos que permitan ir construyendo de una vez, sin esperar a un triunfo electoral, el socialismo de base.
Aunque sin duda, lo que sucede y sucederá en Europa y Estados Unidos seguramente provocarán transformaciones en el modelo político y económico del mundo entero, y posibilitarán igualmente transformaciones en nuestro contexto más próximo. Por ello, este primero de mayo es la oportunidad de mostrar nuestra capacidad de movilización como clase, que existimos, que proponemos y que estamos prestos a construir el futuro, el porvenir de las clases populares.
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